Y, ¿si las nubes lloran para que la lluvia, que es muy enamoradiza, corteje a las hojas de los cipreses que de la vergüenza amarillean (porque no se saben sonrojar), caen y enfadan a muerte a la hierba?
Quién sabe, aunque yo juraría haber oído en una concha de mar que las olas no son más que infinitas caricias de amor hacia los pies y la arena que pisan.
Podría ser.
ResponderEliminarconosco este blog desde que te sigo y he leido varias de tus entradas y me sigo preguntando porque no tenes tantos seguidores.
ResponderEliminarme gusta tu blog.
Y muy buena tu entrada.
Quién sabe, ¿por qué no? :)
ResponderEliminarabrazos:)
Que lindo escribes! Me encanta, soy tu nueva lectora!
ResponderEliminarNos leemos, dale?
Saludos, seguí escribiendo!
Te espero por mi blog :)